La sangre menstrual es uno de los símbolos más significativos y poderosos que estamos volviendo a habitar y nos habla de nuestra verdadera naturaleza, aunque nos hayan dicho todo lo contrario.
Somos cuerpxs menstruantes, podemos parir, alumbrar y crear lo que deseemos: leyes, hijxs, proyectos, deseos, un mundo entero. Quizás por eso, nuestras generaciones sufren tantos desequilibrios en cuanto a la salud menstrual y cíclica, porque nos pisotearon ese saber, nos alejaron de nosotrxs, nos hicieron creer que nuestros fluidos más naturales y orgánicos daban asco y rechazo, y merecían ser tapados y silenciados. Mentira.
Yo menstrúo. Llevo muchos años menstruando y aún me quedan muchos más. Y si empodero mi escucha, mi saber, y el registro de mi sangre, de mis fases y de mi cuerpo físico y emocional, entonces puedo acompañar a mis ciclos desde el placer y el amor, y no desde el miedo.
Eso significa menstruar: aceptar lo que somos, ese misterio de muerte vida que nos acompaña y que nos muestra lo más profundo de nosotrxs, lo que duele y lo que sana ese dolor.
Volvamos a ofrecerle a nuestra ciclicidad y a nuestra sexualidad el valor, el reconocimiento y la libertad que se merecen. Que sean luchas y palabras llenas de contenido. Dejemos de hacernos mal, dejemos de tapar, rechazar e ignorar nuestra naturaleza. Lo más salvaje y lo más profundo. Nutramos nuestras cuerpas con consciencia y respeto.
Eso es poder.
Este es un fragmente de “Curanderas”, nuestro primer libro que pueden encontrar aquí.